Este ha sido el resultado en el I Certamen de cuentos del IES Al-Ándalus. Enhorabuena a todas y todos por vuestros estupendos trabajos:
Primer premio: Alicia Fernández Vega (1º ESO C) por La niña de las trenzas.
Segundo premio: Manuel Montero Parrilla (1º ESO C) por Un granito de arena.
Tercer premio: Mercedes Camacho Brenes (1º ESO C) por Olivia Anderson.
Os dejamos los cuentos premiados:
LA
NIÑA DE LAS TRENZAS
CADA
PERSONA DEBE DE VIVIR SU VIDA COMO UN MODELO PARA OTRAS
Había una vez una niña llamada Juana. Vivía en un humilde
pueblo indígena a las afueras de México con sus padres Juan y
Rigoberta, y sus hermanos David y Rafael. Juana practicaba una
religión muy particular, ya que no era muy común. Esta no era como
cualquier religión, protegía más a los niños, las mujeres eran
más respetadas, todos trabajaban por igual y cobraban lo mismo.
Con seis años Juana empezó a estudiar en su pequeña escuelita
que había en su pueblo. Ella era muy aplicada e inteligente. Siempre
aprobaba todos los exámenes, también ayudaba a sus amigos a
estudiar y hacía las cuentas para saber cuánto ganado había en el
poblado.
Juana era una niña muy fácil de reconocer ya que siempre
llevaba dos trenzas enlazadas con una cinta amarilla y azul, también
tenía unos ojos muy grandes y dos hoyuelos en sus mejillas.
El 3 de noviembre de 1965 cuando cumplía 16 años, llegaron los
Mhusli la tribu más temida.
Obligaban a los niños a trabajar, no respetaban a las mujeres y
encima no les pagaban por
trabajar.
La familia de Juana consiguió escapar y cruzar la frontera entre
su pueblo y Oaxaca. Cuando llegaron a esa bonita ciudad creyeron que
iba a ser su salvación, esa tribu no les iba a molestar más, iban a
trabajar en un mejor puesto, e iban a ganar más dinero pero
finalmente eso fue lo que menos le importó.
El primer día allí intentaron buscar un buen alojamiento donde
se pudieran quedar al menos un par de meses. Juana por su sabiduría
y viveza encontró una buena casa que tenía 3 habitaciones e incluso
se podían quedar tiempo indefinido, claro todo eso hasta que el
dueño se enteró de que eran personas de color y que una mujer, la
madre de Juana, iba a pagar el alquiler. Según el dueño ellos no
eran dignos de alojarse por su color de piel y sus orígenes. Juana
se fue de allí muy enfadada ya que esa noche tendrían que pasarla
en la calle.
Así le pasó repetidas veces hasta que se cansó y decidió
formar una protesta y un partido político en el que luchaba por los
derechos de las personas de color, los indígenas, la igualdad entre
los hombres y las mujeres y proteger a los niños indefensos.
Al principio Juana pensó que estos esfuerzos no iban a dar
frutos, pero no tuvo razón, 12.000 personas se sumaron a su causa e
incluso su partido llegó a las elecciones nacionales y Juana fue
elegida y llegó a ser la primera mujer presidenta de México.
Eso sí, Juana nunca dejó de llevar su par de trenzas.
UN GRANITO DE ARENA
LO CONSEGUIREMOS
Había una vez una niña llamada Ana. Ana veía a diario como su
madre trabajaba sin descanso en casa. En el colegio le enseñaron que
había un día de la niña, de la mujer... pero ella observaba que
eso no era suficiente para que la mujer fuera valorada, de hecho se
había dado cuenta de que mucha gente todavía tenía ese antiguo y
machista punto de vista. Eso la desilusionaba un poco ya que pensaba
si eso seguiría siendo así cuando ella creciera, por eso durante su
época escolar defendió cuando tuvo oportunidad los derechos de la
mujer. Nunca se rindió, y, al final el trabajo fue dando sus frutos:
cada vez era más gente la que se unía a la causa. Aun así, todavía
no era suficiente, Ana iba creciendo y cada vez se iba dando cuenta
de lo que temía de niña, la desigualdad.
Actualmente, Ana pone su granito de arena al montón para
conseguir que algún día de estos, la mujer sea valorada igual que a
un hombre.
OLIVIA ANDERSON
LAS
PALABRAS SON TODO LO QUE TENEMOS
Había una vez una niña llamada Olivia. Hoy me he acordado mucho
de ella, porque a mis manos ha llegado un libro en el que ella cuenta
la historia de su vida y decía así:
“Cuando era niña, mis padres tenían problemas económicos.
Mis hermanos pequeños Charlie, Tomás, Abril y yo éramos felices,
aunque a veces incluso pasábamos hambre. Vivíamos en una pequeña
casa, muy antigua, un poco desordenada y poco acogedora. Mis padres,
Bruno y Anabela, sin embargo, se sentían
muy afortunados
de tenernos
y nosotros
de tenerlos
a ellos.
Teníamos tres
mascotas: Agnes, nuestra perrita, Ben, nuestro conejo y Candy,
nuestra pequeña gatita
preciosa.
Todos los días al anochecer nos encerrábamos en nuestra
habitación y contábamos historias fascinantes junto con nuestras
mascotas en la cama, mirando las estrellas y la Luna…
En verano, me fascinaba subir a la azotea con mis hermanos y
coger los prismáticos de
mi tío
Antón para
contemplar los
cráteres de
la Luna
y las
estrellas fugaces en
Agosto. Fue
entonces cuando
empecé a
sentir pasión
por el
espacio
¡Sentía
una especial atracción hacia mi queridísimo espacio!
Cuando me fui haciendo mayor, mostraba tanto interés por todo lo
relacionado con el
espacio y
los astros,
que mis
maestros me
buscaban libros
de Astronomía de
la biblioteca municipal y me llevaban a congresos y
conferencias.
Cuando terminé
mis estudios
de bachillerato,
llegué a
la universidad
de Física
y después de varios años cogí la especialidad de
Astronomía. En la universidad conseguí una gran formación e inicié
un proyecto de investigación de casi tres años de
duración.
Hice mi tesis y conseguí un gran reconocimiento por parte de
muchos astrónomos. Empecé a ser nombrada en muchos medios de
comunicación y a ser protagonista de numerosas noticias. Sin darme
cuenta, me había hecho famosa,
pero siempre
supe que
el éxito
de mi
vida no
lo mediría
por lo
que lograra sino
por lo que había superado.”